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Universidad de Chile

La profesora Catalina Donoso presentó una ponencia alternativa sobre el género

El cine y el fin del mundo, eje temático en el último congreso Sepancine

Cine y fin del mundo, eje temático en el último congreso Sepancine

El encuentro, desarrollado en la ciudad mexicana de Querétaro, giró en torno a esta obsesión del ser humano desde tiempos inmemoriales. La profesora Donoso expuso sobre una narración cinematográfica que opera como anti-relato apocalíptico: la película "El Cielo, la Tierra y la Lluvia", de José Luis Torres Leiva.

En toda película apocalíptica se advierte una épica. Una épica personal o colectiva de sobrevivencia. Tales películas giran sobre tópicos bastante recurridos, proyectados en función de lo visto a lo largo de la historia: la desintegración social ante un inminente cambio de era, el derrumbe de creencias y paradigmas, histeria colectiva ante lo incierto -lo que acelera el proceso de degradación de la especie humana-, un presente carente de sentido y un futuro que no invita precisamente a vivirlo.

Todo un tema que los expertos en la materia discutieron en el Octavo Congreso Sepancine organizado por la Asociación Mexicana de Teoría y Análisis Cinematográfico. Fue la oportunidad para que los conferencistas hicieron un repaso de películas referidas a uno de los temas que, desde tiempos inmemoriales, más parece obsesionar a los seres humanos. "Un referente discutido fue ‘El Planeta de los Simios'. Pero me llamaron mucho la atención los análisis que hicieron de ‘Melancolía', de Lars von Trier, o de Take Shelter, de Jeff Nichols", dice la profesora Catalina Donoso, acerca de estas dos películas recientes que, a decir de la crítica especializada, aportaron una óptica novedosa e intimista acerca del fin de los tiempos.

En América Latina resulta notable la orientación antropológica de las culturas originarias. "De América Latina hicieron revisión de películas de los años 70. Lo interesante es que en nuestro continente predominaban películas vinculadas a temáticas de la mitología indígena", dice la profesora Donoso, en alusión a esa interpretación del arte profético de los pueblos originarios, siempre lleno de ineluctable misticismo.

El anti-relato apocalíptico

Hubo un tiempo en que predominaban las películas distópicas que hablaban de sociedades opresivas donde el aparato estatal y la burocracia intervenían hasta en los más básicos aspectos de la vida cotidiana. Asistíamos al fin de la historia cuando el individuo, despojado de toda su humanidad individual e irrepetible, terminaba convertido en un autómata.

Después vivieron las películas en las que todo acababa cuando los líderes de los dos bloques de la Guerra Fría decidían apretar el botón. Enseguida sobrevino otra manera de ver cómo se detenían los relojes: aquel propiciado por la insubordinación de máquinas y organismos cibernéticos. El interés natural de la especie humana por especular e imaginar el fin de los tiempos llevó a la industria a revivir otra forma novedosa de retratar el desplome de toda civilización humana así como la conocemos. De ese modo es que los extraterrestres fueron desplazados por alienígenas que, merced a una tecnología superior y un espíritu tan belicista como colonialista, no dejaban piedra sobre piedra. Más tarde vinieron los megadesastres naturales (entre los que podemos incluir la colisión de asteroides), calamidades ecológicas, y los accidentes biológicos que convertían a seres humanos en zombis. En todas queda de manifiesto la pequeñez del ser humano.

La profesora Catalina Donoso aportó el contrapunto que ha de aparecer en cualquier conferencia, seminario o congreso: "Mi ponencia se llamó ‘Un anti-relato del fin del mundo en la narrativa de José Luis Torres Leiva como estética del presente'. Su obra, si bien tiene puntos de encuentro, es todo lo contrario a lo que se observa en una película relacionada con el fin del mundo, especialmente si miramos ‘El Cielo, la Tierra y la Lluvia", que es su primer largometraje", agrega.

¿Por qué? La profesora Donoso lo explica así: "La película es de 2008 y su drama transcurre en el sur de Chile. No hay futuro y no hay pasado. Sólo es un relato en tiempo presente. A diferencia de las películas apocalípticas, no hay un desastre ni una amenaza, tampoco un conflicto que suponga un quiebre en la narración. Es una historia mínima que trata sobre una mujer de mediana edad que está a cargo de una madre enferma que, además, se encuentra postrada en cama. Ambas son de escasos recursos. La mujer protagonista pierde su trabajo y tiene que hacerse cargo de la casa. Encuentra empleo cuidando a un hombre que vive solo. De pronto, un día que vuelve a casa del trabajo, se entera que su madre ha muerto. Pero está contado todo de tal manera que el quiebre no ocurre, lo opuesto a la narrativa del fin del mundo. No hay un conflicto central, aún cuando la historia contiene elementos que suponen un apocalipsis doméstico, como es la pérdida de un trabajo; y el fin de una era personal, como es ver partir a un ser querido que ha estado siempre con ella. No hay sobrecarga dramática ni lectura fatalista. A diferencia de películas relacionadas con el fin del mundo, la vida sigue tal cual como venía de antes".