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Pronto donará sus documentales sobre Neruda y Volodia Teitelboim
Incluye obras literarias, trabajos de investigación críticos y vigentes ensayos sobre los medios de comunicación nacionales -con el ojo puesto en la TV- además de publicaciones referidas al análisis político de la transición. Dieciséis publicaciones que dan cuenta de la prolífica obra de un hombre multifacético que aún siente al periodismo al igual que Gabriel García Márquez: como "la profesión más hermosa del mundo".
Los periodistas de antaño ya se quisieran los adelantos tecnológicos que tanto ayudan a realizar la labor informativa de sus colegas del siglo XXI. Todas las limitaciones de su tiempo las subsanaban con los atributos clásicos del ingenio periodístico. Eran inquietos, forjados al fragor de la práctica cotidiana, ávidos buscadores de realidades y noticias propias, lectores voraces, de activa vida social en aras de robustecer su guía de fuentes y contactos, improvisados escritores con sello propio, hábiles generalistas y dueños de una versatilidad que les permitía navegar en cualquier sector sin temor a naufragar en el intento. ¿Economía? ¿Policial? ¿Deportes? ¿Artes? Daba igual. Nunca les temblaba la pluma ni peleaban con una hoja en blanco.
Pero hay otro elemento que marca a esa antigua generación: los antiguos periodistas concebían esta profesión -"la mejor profesión del mundo", según Gabriel García Márquez- ya no como una mera fuente de ingresos ni como glamorosa plataforma tendiente a conseguir fama y reconocimiento público, sino como un genuino apostolado, una forma de vida que se extendía desde la madrugada hasta mucho más allá del crepúsculo.
Eran los años de apogeo del periodismo bohemio y libre, la misma escuela que dio al mundo a algunos de los s grandes escritores del siglo XX, cuya decadencia también debemos a la dictadura debido a la supresión de la vida nocturna y la libertad de expresión. "Todo eso se perdió con la dictadura, y a consecuencia de aquello cambió para siempre la forma de hacer periodismo en Chile. El periodismo chileno todavía no logra reponerse", sostiene Toño Freire, profesor normalista, periodista formado en la Universidad de Chile, escritor, documentalista, académico, diplomático y autor de una extensa obra que da cuenta de la polifuncionalidad del periodista de la aquella lejana escuela.
"Décadas atrás, las ediciones cerraban a las 00:00 o 01:00 horas. Uno despachaba y recién a medianoche se iba a comer, y de la comida pasábamos a la conversación. Era un mundo mucho más bohemio que hoy en día", asegura.
Algo de eso recoge Toño Freire en la saga "Rakatán" ("¡Hay ambiente en el Bim Bam Bum!", "Rakatán en El Sirena" y "Rakatán y La Carlina, Heroína Nacional"), creaciones pertenecientes al género de la novela negra (otro género en extinción en Chile) y basadas en las andanzas de Osvaldo Muñoz Romero, afamado periodista policial, quien además fuera redactor y director de una docena de publicaciones, entre ellas la revista Vea, otrora referente del periodismo policial.
Toño Freire además plasmó sus reflexiones sobre la evolución que ha experimentado el ejercicio del periodismo en varias publicaciones. Una de ellas es su libro "Testigo: 50 años de Periodismo (1956-2006). Ante todo, sostiene Toño Freire, los periodistas de antaño eran protagonistas activos en la construcción de la sociedad chilena.
"Era tan diferente la concepción de esta profesión que los periodistas de aquellos años iban en busca de la verdad y no se conformaban con la pauta o con lo que comunicaran las fuentes oficiales. Muchos jóvenes no lo saben, pero los antiguos periodistas policiales eran capaces de resolver casos espeluznantes, verdaderos puzzles, o bien colaboraban con los investigadores intercambiando o cotejando datos, o bien eran capaces de llegar a la escena del crimen mucho antes que los policías. Hay muchos casos así. Lo mismo con los periodistas políticos: sus columnas eran leídas y atendidas hasta por los Presidentes de la República. Podían influir y presionar al poder político", agrega.
Exiliado tras el Golpe Militar, Toño Freire realiza un diagnóstico lapidario sobre el tipo de periodismo que se cultiva en la actualidad. "Es una porquería. Los medios ahora son fábricas de salchichas y prietas. Los medios hoy en día venden productos, y la expresión más auténtica es el suplemento ‘Vida Actual' de El Mercurio. Yo, que he conocido más de cincuenta países, podría decir que esa publicación es idéntica a las revistas que entregan en los aviones para el duty free: dos o tres articulitos para leer y sólo productos para vender".
Otro libro interesante es "Periodismo Televisivo Chileno: Invasor Invadido, de la noticia unidireccional a la interacción digital", oportunidad en la que desliza una mordaz crítica a la degradación del mensaje informativo en esa plataforma masiva: "Antiguamente los periodistas de televisión investigaban acerca de ciencia, avances de la medicina, arte, arquitectura... Pero la formación sufrió distorsiones y al poco tiempo surgieron luego los denominados ‘opinólogos' y ‘noteros', muchos de ellos sin formación periodística. De pronto nos vimos invadidos con personajes así, y al poco andar nos fueron quitando plazas laborales que sólo fuimos recuperando en la medida que los mismos periodistas fueron explorando otros mundos como la publicidad, las relaciones públicas... En el mundo de las nuevas tecnologías, donde muchos acceden a información no mediatizada por los filtros éticos de un periodista, estamos obligados a reinventarnos en distintas áreas, de manera permanente".
Otro libro de innegable aporte teórico a la comunicación audiovisual es "Escribir, Leer y Actuar en Televisión", donde Toño Freire rescata una interesante entrevista de más de diez páginas al profesor del ICEI y semiólogo Rafael del Villar. "Fue la primera vez que se habló de ‘semiología' en Chile", aclara.
Toño Freire -cuya obra literaria y ensayística ya se encuentra en poder del ICEI- fue también autor de los documentales "Yo bauticé a Malva Marina, hija de Neruda" y "Volodia '93: Su visión literaria y la antología de poesía nueva", ambos ganadores del premio Fondart. "Estoy viendo cómo donar ambas películas a la cineteca de la Universidad de Chile", concluyó.
Roberto Bruna