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Juan Carlos Altamirano dialoga sobre su libro ¿TV or not TV?
"Hasta hoy persiste un abismo entre el mundo de la academia y el de la producción televisiva, lo que propicia dos miradas polarizadas hacia el fenómeno de la televisión". Así describió el profesor Eduardo Santa Cruz el escenario en que se sitúa el recién publicado libro de Juan Carlos Altamirano ¿TV or not TV? donde, según Santa Cruz, el autor "intenta escapar de esas polaridades para instalar una mirada que reconcilie reflexión con producción televisiva, desde la postura de alguien que ha estado en ambos lados de la calle".
El auditorio del Instituto de la Comunicación e Imagen sirvió como espacio para que el sociólogo Juan Carlos Altamirano, ex gerente de Programación de Televisión Nacional, expusiera el jueves 11 de mayo las principales aristas de su nuevo libro ¿TV or not TV? Después de una introducción realizada por el profesor Eduardo Santa Cruz, el autor pasó a enumerar los puntos neurálgicos de su estudio, para después establecer un fecundo diálogo con los estudiantes presentes.
La organización de su exposición fue sencilla: "Para provocar un poco escogí siete mitos y leyendas que siempre están dando vueltas cuando se discute sobre televisión". Esto, en un intento de simplificar las problemáticas que aparecen en su estudio sobre la historia y características de este medio. Los mitos escogidos giraban alrededor de hasta qué punto el rating y la publicidad determinan el (mal) contenido de la televisión, su influencia en las conductas eróticas y violentas de la audiencia, y la creencia de que los programas educativos y culturales están destinados al fracaso.
Gran parte de su presentación giró en torno a la intervención de las empresas privadas y del Estado en las políticas televisivas. Altamirano cree que "lo lógico es que el Estado financie" a la televisión y que se legisle sobre su programación, sin olvidarse de que, al mismo tiempo, las leyes del mercado importan mucho en los momentos decisivos: "en el modo actual en que están definidas las reglas del juego, no es mucho lo que se puede hacer. Tú tienes que cambiar las reglas del juego, crear otro tipo de parámetros, y ahí se van a producir más alternativas".
Ese sustancial cambio, en su opinión, viene de la mano de la televisión digital, cuya función es diversificar los actuales contenidos creando canales temáticos. Al respecto agregó que con esa herramienta la televisión chilena podría mejorar la cantidad de temáticas y la calidad de sus programas. Tal escenario, para Altamirano, "permitiría eventualmente tener nuestro propio History Channel", frente a lo cual él mismo se cuestiona: "pero ¿quién va a financiar el baile?". Ese planteamiento condujo a un debate sobre los verdaderos frenos que tienen los canales de televisión para insertar en las parrillas contenidos que, a su juicio, son muy relevantes.
A pesar de que en sus mitos Altamirano señaló que elementos como el rating y la publicidad no determinan tajantemente lo que se muestra y lo que no, sí reconoció que influyen en tales decisiones. Con respecto a la injerencia de las decisiones políticas, el sociólogo apuntó que "los modelos de televisión parten de cómo los diseñaron los parlamentarios; en Europa existe una legislación súper severa en ese sentido, pero aquí en Chile no existe nada". Para explicar el funcionamiento particular de Televisión Nacional, afirmó que a fin de cuentas "todo está sobredeterminado por una serie de instancias, como el mercado, el rating o la línea editorial. No te quepa la menor duda que al director de prensa le gustaría tener menos deporte y más de otras cosas, pero a la larga su voluntad está limitada por diferentes instancias que hoy determinan que la programación sea como es".
Juan Carlos Altamirano: The TV guy | |
No se confunda, no es que el otrora secretario general del Partido Socialista haya saltado del acalorado discurso propagandístico al negocio de la TV. Este Altamirano es hijo de Carlos y marido de la escritora Carla Guelfenbein. Lleva primero el nombre de Juan, es sociólogo de la Universidad de Essex (Inglaterra) y se desempeñó durante años como gerente de Programación de Televisión Nacional de Chile. En ese cargo fue el responsable de producir programas como " Patiperros ", " Mea Culpa ", " Bienvenida Realidad ", " El show de los Libros " y " El Mirador ", entre otros espacios culturales sentenciados a muerte por la industria televisiva. Altamirano lideró a lo largo de una década el exitoso posicionamiento del canal público en la televisión chilena, hasta que en 2005 éste perdió audiencia y la descarnada lucha por el rating lo desplazó a un segundo lugar. El implacable mercado televisivo, ese donde reina el todo vale y no hay ánimos de reflexión en cuanto a contenidos, le pasó la cuenta. Estuvo a cargo, tanto de la creación de espacios nuevos, como de la extinción definitiva de otros. Superado el traspié, Altamirano decidió dar un vuelco, alejarse de su trabajo en la contingencia televisiva y sentarse a reflexionar sobre el tema. Mal que mal, él ha jugado un papel protagónico en su desarrollo, ya que sus decisiones han incidido de manera sustancial en la evolución de la pantalla chica chilena. Y la protege. "Mi libro es una defensa abierta y declarada de la televisión" sostuvo a Las Últimas Noticias, sobre su obra más reciente: ¿TV or not TV? . Conjugando su bagaje práctico en la producción televisiva con sus estudios sociológicos, Altamirano se ha alzado como una de las voces más autorizadas a la hora de hablar sobre TV. Tiene experiencia, por eso, su análisis no se detiene en la foto instantánea de la actual realidad audiovisual y va más allá. "Si no se mira la televisión de manera integral, se cae en el peligro de caer (sic) en visiones muy simplistas, panfletarias y críticas" explica, a raíz del debate acerca de la discutible calidad de este medio de comunicación. Es esa combinación de praxis y teoría lo que lo lleva a proponer la superación de la mirada polarizada sobre la TV, que enfrenta la mera contemplación con la condena dura. Altamirano aspira a ser, más allá de sus contradicciones (frecuentes entre quienes trabajan en televisión), un engranaje que relacione la academia con la producción televisiva y un aporte a un debate que se asoma pobre y reducido. Merecen atención sus cuestionamientos al libe mercado como articulador de la industria televisiva y el papel que juega en ella el Estado, así como su llamado a legislar sobre la digitalización que se avecina. Por Francisco Figueroa Cerda |
Texto: Rocío Valdez Fotos: Francisca Yévenes |
Fecha de publicación: Domingo 14 de mayo, 2006 |
Rocío Valdez - Francisca Yévenes