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En el marco de una nueva edición del Día de los Patrimonios
El académico y director de Investigación-Creación de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, FCEI, profundiza en esta problemática y va aún más allá, señalando que la tarea del patrimonio no es meramente coleccionar pasados y exhibirlos, sino que permitir pensar el presente que falta. Junto a ello, menciona la inexistencia de una política clara en relación al tema en la Universidad de Chile y que la dinámica productivista afecta su relación con el patrimonio.
La falta de una política clara en la gestión del patrimonio en la Universidad de Chile y el llamado a que el patrimonio sea la base para comprender el presente y el futuro más que una mera colección y exhibición de mercancías del pasado. Estas son algunas de las premisas que el profesor Carlos Ossa, director de Investigación-Creación de la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, plantea en la siguiente entrevista, en el marco de una nueva edición del Día de los Patrimonios.
Además, sostiene que “una universidad que no tiene una relación gentil y al mismo tiempo proyectual con el patrimonio, tampoco tiene una relación significativa a largo plazo con el pensamiento”. Esto, en el contexto de una universidad que en el día de hoy se mide por indicadores competitivos y dinámicas productivistas más que por su proceso reflexivo.
"Son de dos niveles, porque tú no puedes imaginar una política del patrimonio, es decir, un conjunto de estrategias, objetivos, principios, mecanismos, procedimientos y financiamientos para gestionar un archivo, si es que además no tienes una política institucional que lo ampare. Entonces, en principio, la pregunta es ¿Cuál es la política patrimonial que la Universidad de Chile tiene respecto a su acervo cultural, científico, social? Y en ese plano, la respuesta, aunque suene dura, es que no tiene una política clara.
Por ende, deja en manos de las propias unidades académicas el enfrentar el problema, que lo hacen en función de sus condiciones, límites y capacidades. Porque también la pregunta que está detrás de todo esto es, ¿por qué una universidad debería gestionar patrimonio? Considerando que la universidad neoliberal es una universidad de la producción, de la obsolescencia, de la velocidad, es una universidad supuestamente del presente y del futuro, y no del pasado. Porque las instituciones universitarias, históricamente, son instituciones cuya tarea principal es garantizarle a las sociedades que sus imaginarios no van a ser cancelados por la actualidad. Esa es la cuestión fundamental. Porque los imaginarios, no las memorias, son la manera en que tiene una sociedad de pensarse a sí misma.
Por lo tanto, el trabajo de una universidad al gestionar un patrimonio es ayudar a esa sociedad a pensarse a sí misma, más allá de su contingencia, más allá de su inmediatez. La tarea del patrimonio no es meramente coleccionar pasados. La tarea del patrimonio es permitir pensar el presente que falta. Es muy distinto".
"Si lo pensamos en términos de lo que sería una institución desde el punto de vista sociológico, esta es básicamente un conjunto de acciones que se rigen por normas. Una institución, en el caso de una universidad pública, es una institución del pensamiento, de la historia del pensamiento y de las condiciones de garantizar que ese pensamiento siga siendo validante, necesario y fundamental. En ese plano, el patrimonio no se puede entender solamente como un conjunto de artefactos, nomenclaturas o lenguajes, sino que se entiende fundamentalmente como la matriz de ese pensamiento.
Entonces una universidad que no tiene patrimonio, aunque suene fuerte, no tiene pensamiento. O si queremos moderar esto, digamos que una universidad que no tiene una relación gentil y al mismo tiempo proyectual con el patrimonio, tampoco tiene una relación significativa en el largo plazo con el pensamiento. Y por tanto, te abocas a las tareas en las que todo se consume porque este es un tiempo de barbarie, donde todo está pensado para objetivar un resultado y no una imaginación. Por otra parte, es fácil decir hoy día que todos los bienes digitales tienen garantizada su continuidad, pero los bienes materiales, con sus huellas de sentido y emociones generan conexiones profundas que no pueden ser tratadas de manera instrumental.
Una política patrimonial no debe limitarse a conservar y exhibir objetos de forma ocasional, sino que debe reconocer el valor histórico y emocional de estos bienes. Tratar el patrimonio como meras ruinas o marcas del pasado convierte la historia en mercancía, lo que desvirtúa su verdadero significado".
"Yo haría un contrapunto, porque siempre te pueden objetar que cuando hablamos de política estamos hablando de un conjunto de acciones coordinadas que buscan una finalidad y en ese plano la propia universidad podría decir no, esa política nosotros la tenemos, nos interesa recordar el patrimonio y aquí nadie está en contra de eso, de hecho esta es la semana del patrimonio. El asunto es otro, que es que cuando hablamos de política estamos hablando fundamentalmente de una cuestión de otro orden que no tiene que ver con acciones ni tampoco tiene que ver con actividades. El problema del patrimonio es fundamentalmente la manera en cómo tú construyes el presente de aquello a lo que le das sentido no, básicamente rescatar y revalorizar su presencia.
¿Qué sentido tiene un archivo de hace 100 años atrás? ¿Qué sentido tiene, fuera de hacer una ceremonia importante y valiosa, que una película como El Húsar de la Muerte cumpla 100 años y la tengamos que volver a resignificar? Uno podría decir, el sentido que tiene es que hoy día, 100 años después de esa película, la necesidad de rebelarnos contra lo insoportable sigue siendo necesaria. La otra dimensión de la política es la necesidad de su presente. El patrimonio siempre tiene necesidad de presente, en cambio cuando lo tratamos exclusivamente como un procedimiento, básicamente lo que hacemos es objetivar su valor como un objeto histórico y se transforma en mercancía. La política patrimonial, aunque cuenta con instituciones y actividades, a menudo carece de un diálogo cultural significativo, limitándose sólo a exposiciones sin fomentar una relación social que active un significado compartido".
"Es una pregunta difícil. Desde que se constituyó la Facultad, nosotros dejamos de ser vistos en el contexto universitario como una técnica. No se nos consideraba como humanidades en un sentido estricto porque aparentemente las comunicaciones, como emergían de la modernidad, no tenían un pasado memorable que documentar. En cambio, ahora la facultad es algo así como el permiso de poder organizar las cosas de determinada manera y esperemos que nuestras propias direcciones de proyectos y claustro académico, entiendan que efectivamente también son responsables del patrimonio, y que tienen que ser capaces de generar líneas, afectos y directrices, porque si no lo convertimos básicamente en un problema de gestión y no es sólo eso.
Por lo tanto, creo que se nos plantea un gran desafío como comunidad y uno se podría preguntar, ¿Cuál es la memoria de la comunicación? ¿Qué es lo que hay que guardar de la comunicación? ¿Qué es lo que debería seguir con nosotros a pesar de que ya no es históricamente contextual? Bueno, ese es un desafío y ahí hay una responsabilidad política sobre cómo la facultad cultiva su memoria y honra su historia. Porque si no es eso, y básicamente quedamos subsumidos en las dinámicas productivistas, es difícil poder imaginar cuál podría ser ese lugar para esa memoria de la comunicación. No podemos entender al patrimonio como un procedimiento, sino que hay que entenderlo como una relación social, porque al final de cuentas es una forma de trabajar con los objetos a los que tú les rindes y les agregas un valor que estos en sí mismos no tienen, sino que lo alcanzan porque en ellos ha quedado grabado el tiempo".
"Por supuesto, pero ahí habría que plantearse otra cuestión. Los estados modernos son estados que tienen un profundo desprecio por la memoria, primero que nada. La noción misma de modernidad, que se sustenta en una teoría del progreso, es decir, de un mañana indefinido pero que se aproxima, ha gobernado parte importante del imaginario de las disciplinas y, por ende, de los regímenes de conocimiento que han formado generaciones en la universidad privada o pública.
En ese sentido, sigue dominando la idea de un mañana, aunque ese mañana está bastante corroído porque está absolutamente asolado por todas las formas de corrupción y de politicidad que actualmente lo desmedran y lo desesperan en el fondo. Entonces, una primera pregunta es ¿Qué debo promover? ¿Y qué puedo promover con el patrimonio desde el punto de vista de la comunicación? La esperanza de otro tiempo. Porque si el patrimonio va a ser usado para decir que todo tiempo pasado fue mejor, habría que agregar siempre y cuando el presente haga daño. Y si el presente hace daño, entonces, claro, idealizamos y romantizamos el pasado, anulando toda la capacidad de indignación de un presente que necesita ser transformado.
Entonces, mirado así, el patrimonio también es una fuerza subversiva, porque te obliga a pensar que hay otros presentes, no otros pasados, y que esos otros presentes necesitan lenguaje, necesitan texto, necesitan atención, necesitan comunicación. Necesitan voz. El patrimonio es el derecho que tenemos todos a estar en la representación después de que nuestra vida se ha extinguido. Por eso que el patrimonio no es solamente un conjunto de objetos e instituciones solemnes, es una manera de vivir juntos.
María Paz Donoso y Fernando Sagredo, Dirección de Extensión y Comunicaciones FCEI U. de Chile