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En el marco del 29º Festival Internacional de Valdivia
El egresado de la Escuela de Cine y académico de FCEI se refiere en esta entrevista a su segundo largometraje, “Proyecto Fantasma”, recién estrenado en el Festival Internacional de Valdivia. Sus intereses y obsesiones, el retrato de una generación y la dificultad de grabar en pandemia son algunos de los temas que tocó en esta conversación.
¿Cuál fue la motivación principal para hacer Proyecto Fantasma? ¿De dónde surge la idea y la creación del guion?
Bueno, yo creo que la realidad de cualquier director de cine es que tienen muchos proyectos en paralelo. Una verdad dolorosa es que no todas se van a hacer. En el caso de Proyecto Fantasma no es la segunda película que yo escribí, pero la escribí pensando en hacerla y por lo tanto siempre pensé en elementos que yo tuviera, trabajar con gente que fuese amiga mía y en espacios que ya conocía. Nace desde esa sensación, de querer hacer cine independiente. Yo produzco cine, entonces justo había hecho El príncipe, que es una película mucho más grande, con sesenta personas, traslados, etc. Quería hacer una película más chica y explorando los temas que a mí me interesan: puesta en escena, diálogos, representar a una generación, mi mundo y el de mis amigos, jugar con los géneros, pasar de la comedia a una cosa más nostálgica, luego erótica, después comedia de nuevo, y con el género de terror, que es algo que me gusta. Con todo eso en la juguera empezó a surgir la película. Hicimos varias versiones de guion y el puntapié inicial fue cuando Violeta Castillo visitó Chile a principios de 2019. Ahí me apuré para rodar las primeras escenas de la película y grabamos cerca de quince minutos de la obra, después la película reposó y cuando llegó la pandemia era el único proyecto en el que podíamos seguir avanzando, porque todos los demás implicaban despliegues que no eran permitidos por la crisis sanitaria, entonces ahí hicimos una asociación con Rekia. Había que sacar permiso de carabineros, fue complicado, pero al mismo tiempo fue la excusa para reencontrarnos. Por mucho tiempo los amigos habíamos estado separados, verlos de nuevo fue algo súper feliz.
En la película se retrata a una generación con la que es fácil sentirse identificada. ¿Cuál es el trabajo que hiciste para dar cuenta de esto?
Mucha observación, me inspiro en cosas que me pasaron a mí o a amigos, o en sentimientos que veo en coetáneos a mí. Es una generación particular, gente que produce contenido, ya sea para internet o no, que en el fondo son artistas también, entonces es más nicho todavía. Aparecen todas las frustraciones que significa llegar a los treinta. En el fondo esa promesa que uno creía cuando chico, de que estudiando una carrera asegurabas tu futuro, pero en el arte nunca pasa eso, siempre estás partiendo de cero y jugándotela el todo por el todo, en una sensación muy frágil de vivir. Pero es bonita, porque además te acompañas, entonces igual es una película sobre la amistad. Eso también pasa en la película: lo bueno de encontrarse con gente, de verse reflejado y ser inspirado por otro.
Y en el contexto posplebiscito, la precariedad de una generación es latente, ¿lo pensaste también desde ese lugar?
Sí, de todas maneras. Yo creo que la generación que retrato es de los 26 a los 32, ya salieron de la universidad, pero todavía no tienen seguridad social ni pueden pagarse un departamento completo. En el fondo están tratando de construir una carrera, y justo están en ese punto de decisión de si tomar un trabajo que quizá pueda resolver el día a día o seguir su sueño. Hasta ahí yo creo que es bien universal, a toda la gente que se dedica al arte en general le pasa. Luego tú agregas la capa Chile y se complejiza, porque en Chile es aún más duro, porque además esta generación es la que constató el malestar de este sistema. Si uno piensa en la revolución pingüina es la misma gente, ahora son adultos y estudiaron carreras, se sienten defraudados y sienten que son necesarios los cambios.
Este es tu segundo largometraje después de Las Plantas. ¿Cómo sientes que ha cambiado tu trabajo con la experiencia de obras anteriores?
Fui menos obsesivo con la cámara. Es una película mucho más de diálogo y guion, y la cámara quizás ocupa un rol más funcional. Igual me interesa mucho jugar con la cámara, el ritmo y el montaje, pero diría que bajé esa ansiedad, y por lo tanto otro cambio sería subir los diálogos. Además es coral, que es distinto a Las plantas, que era cien por ciento focalizada en el personaje femenino principal, todas las escenas la contenían, y en cambio acá abandono a veces al personaje principal y voy a ver otros personajes, incluso a veces sigo al fantasma. Y el humor. Las plantas tiene uno que otro chistecito, pero no es para nada una película de humor, de hecho es muy triste y angustiante. No es ni tan luminosa ni tan simpática ni tan divertida como esta. Hacer una comedia ha hecho que abra otras puertas que no había tocado antes. Al público le encanta la comedia, entonces está ahora en aviones, en Iberia, en KLM, va a estar en una plataforma desde enero y se estrenó hoy comercialmente en cines en Estados Unidos, algo que nunca había logrado. Yo creo que porque es comedia y porque es una película que la gente ve y le deja una buena onda, es ligera. Yo no la hice pensando en que le vaya bien comercialmente, pero me di cuenta de eso, que las comedias abren puertas y es una buena sensación, que la gente quede feliz después de la película.
Además del Festival de Valdivia, ¿dónde se mostrará la película?
Ahora está en muchos festivales, y la idea es que venga una segunda ola. El más importante es Grecia, Tesalónica, se va a estrenar en Madrid y en dos festivales alemanes. En realidad las películas no paran porque circulan por un montón de festivales internacionales. Los más importantes hasta ahora han sido Rotterdam, Bafici, IndieLisboa, Seattle, y el circuito gay de mucho prestigio, que hay millones de festivales gay. En Chile hay que tener paciencia porque no tenemos distribución oficial, a pesar de lo bien que le va en el extranjero aquí no tenemos. Es algo muy triste, pero constata una realidad, que no tenemos suficientes distribuidores para las películas chilenas, y eso significa que lo hará NiñaNiño, aunque dependemos del Fondo Audiovisual. Pero de todas maneras en cualquier escenario necesitamos un tiempo en que la película vaya a festivales, por ejemplo irá a Antofagasta, Chillán, pero están en el deseo muchos más, Iquique, La Serena, Quilpué. En Santiago también queremos hacer funciones especiales, con la Corporación Cultural de Nuñoa, en general funciones antes del estreno comercial en salas, que debería ocurrir antes del segundo semestre de 2023.
Victoria Ramírez