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Las belgas Marie-Laure Mathot y Jöelle van Laethem
Estas dos estudiantes de la Universidad Católica de Lovaina, que se encuentran de intercambio en el ICEI hasta fines de año, entregan algunas impresiones respecto de lo que les ha tocado ver en nuestro país. Les ha llamado profundamente la atención un sinnúmero de situaciones que, a decir verdad, no existen en ningún otro lugar del mundo. Sin embargo, manifiestan su admiración por la resistencia de los estudiantes chilenos a este orden de cosas.
Chile es único en multitud de casos y situaciones. Si no único, al menos singular o extraño. Por de pronto, todo extranjero que pisa suelo chileno queda admirado por la cantidad de perros vagos que pululan por sus calles. Ni hablar del sistema electoral binominal ni de su sistema de educación en cualquiera de sus niveles, dos de los grandes engendros pergeñados en ese verdadero laboratorio social y económico montado por la dictadura a finales de los '70.
Precisamente fue esta última "singularidad" la que animó a dos estudiantas belgas a venir a Chile bajo la modalidad de intercambio. Tal decisión se vio confirmada al observar las masivas protestas estudiantiles y el alto grado de adhesión de la sociedad civil. El tema les toca de cerca: si bien el sistema educacional en su país, en todas sus etapas, es fundamentalmente gratuito, todo el dinero que las familias ahorran por concepto de educación lo terminan gastando en el alquiler de las viviendas que deben habitar aquellos estudiantes obligados a migrar a las ciudades. El arriendo en Europa puede alcanzar una suma exorbitante, prohibitiva para cualquier presupuesto familiar. "La situación allá es grave. Muchos jóvenes no tienen para pagar ese arriendo, y eso que las habitaciones son muy pequeñas. La diferencia es que la gente en Bélgica no se queja ni protesta mucho. No hace nada. Y en la actualidad el problema ha empeorado por la crisis", dice Marie-Laure Mathot, estudiante de periodismo de la Universidad Católica de Lovaina (Université Catholique de Louvain, UCL) , en referencia a ese sentimiento de resignación que se observa en la sociedad civil belga.
Marie-Laure Mathot dice que está cumpliendo un sueño: "Un sueño de niña era viajar a Sudamérica. Y surgió Chile como destino y de inmediato quise ir para ver el movimiento estudiantil. Y al final elegí hacer mi memoria de título sobre este movimiento. Será un documental. Así que mi permanencia aquí no es sólo para hacer un curso, si no para darle forma al proyecto".
Similar fue la motivación de Jöelle van Laethem, estudiante de Relaciones Públicas de la misma casa de estudios. "Estuve en Perú hace tres años, y me gustó mucho Sudamérica. Tengo un amigo que conoce muy bien el movimiento de acá, y tenía mucho interés por ver lo que pasaba. El año pasado se hicieron conferencias sobre el caso chileno. Al final encontramos lo que pensábamos ver, y superó nuestras expectativas. En Bélgica no es así", se lamenta. Marie-Laure Mathot dice que le sorprendió ver de qué manera los "jóvenes luchan por sus derechos. Es una cosa muy profunda. Hay como una ebullición. En Bélgica sólo podemos encontrar algo parecido con los sindicatos. Los estudiantes sólo de movilizan por una fiesta".
"Es verdad", ratifica Jöelle van Laethem, "aquí los estudiantes tienen más corazón. Una vez los vi reunirse en el patio y hacía mucho frío, pero no les importaba. Allá no estarían dispuestos a hacer algo parecido. Y el problema del alojamiento es grave. La Asamblea General de Estudiantes (AGL) organizó una manifestación pero al final llegaron pocos", subraya, a lo que Marie-Laure Mathot asiente y agrega: "El día de la manifestación llegaron unas treinta personas".
La educación como símbolo de las anomalías chilenas
En Chile han conocido de primera mano los rigores de un país calificado como "en vías de desarrollo", un eufemismo utilizado para referirse a países que, en su lucha por avanzar a un estadio superior, aún evidencian cierta incapacidad del estado en orden garantizar y a generar las condiciones necesarias orientadas a satisfacer las necesidades de su población. En Chile muchas de esas necesidades, incluso las más básicas, son sólo parcialmente satisfechas. Una de ellas es la educación, al menos a ojos del mundo europeo. Ya en nuestro país, y al corriente del legado de la dictadura gracias a las discusiones con los estudiantes chilenos y las lecturas de medios alternativos (lo que les ayuda a afinar su dominio del castellano), ambas estudiantas belgas han logrado constatar otras tantas "rarezas chilenas".
Y en ellas se reitera esa misma sensación de incredulidad al constatar que el estado no tiene participación alguna en el mercado eléctrico. Lo mismo ocurre con la legislación laboral: ningún país de la OCDE consagra el reemplazo de trabajadores que se encuentren movilizados en el marco de una huelga legal. Otro elemento que invita a la perplejidad es su sistema tributario integrado, lo que impide el pago diferenciado de impuestos. De esta manera el estado no puede estimular la inversión en áreas específicas ni de desincentivar otras que generen externalidades negativas cuantiosas. Ambas creen que la educación es un símbolo de todo eso que resulta anómalo en el mundo desarrollado.
"Es algo ridículo. Si nos ponemos a comprar las realidades de Chile y Bélgica, el problema de la educación es mucho más profundo acá. Todo el sistema anda mal... Yo entiendo a los estudiantes cuando dicen que el tema es político: es la forma de votar, es la salud, es la Constitución de Pinochet. Hay algo histórico. Por eso entiendo muy bien lo que dicen los estudiantes chilenos. Esto es una lucha política, y no gremial", dice Marie-Laure Mathot.
También les ha llamado la atención la rudeza de la fuerza policial antimotines. "Es un poco loco. El 28 de agosto estuvimos en la marcha y todo se veía muy pacífico, con muchas familias, y después se termina la marcha y en menos de cinco minutos empiezan las lacrimógenas. La gente estaba muy tranquila, hablando... los problemáticos son pocos", dice Jöelle van Laethem. Para Marie-Laure Mathot, aquella oportunidad fue toda una experiencia: "Mucha agua de los guanacos... probé gas lacrimógeno. ¡Es fuerte!"
Marie-Laure Mathot ha ido a cada marcha para reunir el material que utilizará en la producción de su documental. "He ido a cada marcha. Tengo videos, fotos, he escrito algunos artículos. Tengo una idea del documental, pero eso lo dejaré una vez que vuelva a Bélgica a fin de año", señala la estudianta, cuyo objetivo será "mostrar a los estudiantes de Bélgica que tienen suerte de estudiar en un sistema donde el estado financia el 90%. Aquí es todo al revés ya que todo el costo recae en las familias".
Jöelle van Laethem, quien ha provisto de imágenes a Marie-Laure Mathot debido a su talento innato con la cámara fotográfica, dice que compartirá su experiencia con sus compañeros de campus apenas arribe a su país, también a fines de año. "En Bélgica le han perdido la pista al movimiento estudiantil chileno. El año pasado había más noticias. La Federación de Estudiantes Francófonos (Fédération des Etudiants Francophones, FEF) organizó conferencias y reuniones acerca de lo que pasaba en Chile y Canadá. Hoy no se habla mucho del tema, y eso es porque hay otros problemas graves en Bélgica que acaparan todas las noticias", concluye, sin antes destacar que su visita a nuestro país ha sido provechosa y enriquecedora en todos los sentidos.
"Hemos conocido a muchas personas valiosas, nos ha tratado muy bien, y además nos llevamos el ejemplo de lucha que no tenemos los estudiantes belgas".
Roberto Bruna