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María Olivia Mönckeberg y su libro sobre el caso Karadima:
Para la Premio Nacional de Periodismo 2009 y directora del ICEI, la Universidad no puede estar al margen de estos temas, sino que debe abordar, desde distintas disciplinas, este grave problema social que se ha mantenido silenciado.
Este miércoles 18, en el centro Gabriela Mistral, se realizará la presentación oficial del libro "Karadima, el señor de los infiernos" a cargo de la profesora y ex directora del ICEI Faride Zerán, Premio Nacional de Periodismo 2007, del periodista Fernando Paulsen y del sacerdote jesuita Marcelo Gidi.
-Su libro "Karadima El señor del Infiernos" ha recibido un fuerte respaldo del público, su primera edición se agotó y se ha ubicado en el primer lugar de ventas durante tres semanas. ¿Qué necesidad ha venido a cubrir?
Quizás la necesidad tenga que ver con el dar sentido, dar contexto y profundizar tanto en el tema de lo que se vivía en torno a la parroquia de El Bosque alrededor de los hilos que había ido creando Fernando Karadima, además de lo ocurrido en la mente y psicología de las personas conocidas como víctimas.
Eso es muy distinto a leer una nota por aquí, otra por allá, que es lo que se puede tener en un diario o una radio, a lo que tienes en un libro. Un libro permite desarrollar los contextos en profundidad, el hecho de poder entrelazar situaciones. Traté de abordar qué había ocurrido en la parroquia de El Bosque para que fuera posible que se produjera lo que han denunciado las víctimas.
Una de las situaciones que más me impactó -que es la idea que atraviesa el libro- es el sentido de la dominación que ejercía este personaje, este cura en estas víctimas y, en general, en sus discípulos. Hay todo un tema de la dominación que hace posible el abuso sexual.
-Llama la atención el largo tiempo en que se mantuvieron el abuso psicológico y los abusos sexuales, las décadas de control sobre las personas y, también, el largo tiempo de ocultamiento de estas situaciones.
Aquí hay dos cosas. Por un lado, para una persona denunciar es un proceso muy largo y, en el caso de James Hamilton, Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo, primero golpearon todas las puertas de la Iglesia y no tuvieron acogida, no tuvieron respuesta. Y eso es lo que los llevó, porque llegaron por separado a juntarse a mediados del 2009 para ejercer acciones en lo legal y también para dar a conocer esto a la ciudadanía. Recuerdo el reportaje en el New York Times, que fue muy importante.
En ese aspecto a partir del 2003, con la primera denuncia de José Andrés Murillo y, en los años 2004-2005, con la denuncia de la ex esposa de James Hamilton, Verónica Miranda, y luego de él mismo, te encuentras con que el ex arzobispo, el cardenal Francisco Javier Errázuriz, no les creyó. Esto parece insólito, sin embargo, el propio cardenal ha dicho que le creyó más, a una persona que le merecía mucha confianza. Esa persona resultó ser el brazo derecho de Karadima: Andrés Arteaga, quien todavía es obispo auxiliar de Santiago y que fue vice-gran canciller de la Universidad Católica.
Arteaga era el director o presidente - como lo llamaban algunos- quien encabezaba la Pía Unión Sacerdotal que es o era la organización que reunía a los curas discípulos de Karadima. Él era consejero de tal confianza para el arzobispo Errázuriz que importaba más su voz que incluso la del promotor de justicia ante la Iglesia, que primero fue Eliseo Escudero y, luego, Fermín Donoso.
Aparentemente, por los datos que hay, el propio cardenal Errázuriz habría estado entre los que "aterrizaron" posteriormente, cuando ya era bastante irrefutable lo que estaban planteando estas cuatro primeras víctimas."
-En ese sentido, las disculpas públicas de la Iglesia Católica, el manejo comunicacional que han tenido, ¿serían suficientes para la violencia ejercida en contra de estas personas y, en definitiva, en contra de la sociedad chilena?
Uno no siente que sean convincentes las explicaciones de la jerarquía de la Iglesia y los anuncios que han hecho con posteridad al caso Karadima, al fallo del Vaticano de febrero y lo que pasó en la Asamblea de obispos de marzo. Esos anuncios de que se iban a tomar medidas más drásticas no son suficientes si no están acompañadas por hechos, y eso está por verse.
Después del caso Karadima, es probable de que surjan otras situaciones, que la gente afectada esté más dispuesta a hablar y va a tener que haber mayor esclarecimiento y mayor trasparencia en actos, en conductas y situaciones que afectan a la jerarquía de la Iglesia o a sacerdotes. La gente le pide a los sacerdotes más consecuencia por todo lo que pasado, por todo este tremendo terremoto que ha afectado a la Iglesia chilena.
-La resolución del Vaticano, si bien transparenta la situación e impone sentencias a Karadima, toca sólo algunos aspectos y deja la sensación de que se busca cerrar rápido este episodio...
Es una de las preocupaciones que existen. Personalmente, después de haber investigado el caso Karadima creo que hay que seguirlo, ojalá periodísticamente, y también que la propia Iglesia entienda que no puede decir que hasta aquí llega en el asunto.
"De partida, fue una sentencia administrativa, que es más rápida. Sin embargo, la preocupación es que al no haber un juicio, el asunto se termine cerrando. Pero está pendiente la visita apostólica que tendrían que hacer representantes de la Congregación de la Doctrina de la Fe al grupo de Karadima, como se hizo con los Legionarios de Cristo, y, por lo menos, ahí habría un punto de investigación.
-¿Qué pasa con la justicia civil?
Está pasando harto. La ministra en visita Jessica González está investigando y ha interrogado a muchas personas. Lo que pasa es que los medios no están informando, salvo unos parrafitos...
-Pese a las repercusiones del caso, a que estuvo presente por las denuncias de las víctimas y por la decisión del Vaticano, es un tema que no se sigue en los medios.
Es curioso lo que pasa con esto. Al comienzo hubo un cierto seguimiento, después de Informe Especial, pero también fue muy dosificado y sin indagación propia. Y ni los diarios ni los canales convencionales de televisión tienen investigación propia ni dan cuenta de otras investigaciones como, por ejemplo, este libro.
-¿Este tratamiento puede ser demostración de las alianzas entre Karadima y las elites, un sector que piensa que es mejor mantener esto oculto?
Me haría la pregunta acerca de qué pasa con el tratamiento del caso Karadima por parte de los medios convencionales en Chile, no así con lo que ocurre con las radios, con otros canales de TV y con internet.
Aunque estamos viendo que este libro de está leyendo mucho, hay una de silencio respecto a él en la prensa más convencional, tanto en televisión y en los diarios de papel. Una se puede preguntar si hay algún nivel de censura, de autocensura, al tema o a la autora...
-¿A lo mejor hay un deseo de no tocar a la Iglesia Católica?
O de tocarla a su manera. De no querer que se difunda una investigación sobre una historia tan fuerte.
- En internet, entre los comentarios de lectoras y lectores sobre el libro aparecen testimonios de quienes conocieron e, incluso, sufrieron abusos de curas en su infancia...
Después del libro, por lo menos una vez al día tengo una llamada o un mail de gente que me quiere contar situaciones de abuso no sólo a nivel de Iglesia, sino situaciones de abusos vividos por una hija, o un hijo, o un nieto, o cosas que le han pasado hace poco, gente que llama para agradecer o desahogarse.
Esa sensación de estremecimiento - el caso Karadima ha hecho estremecer a la Iglesia pero también a la sociedad- es muy impresionante.
Esto te da la pauta de cómo en esta sociedad han estado ocurriendo cosas muy tremendas. Y eso es muy difícil de asumir de conceptualizar y aquí, como sociedad, tenemos que hacer algo para que las personas se sientan acogidas y que puedan denunciar como corresponde.
Ha quedado claro que el tema del abuso es mucho más de lo que hemos imaginado. Abuso con niños, con adolescentes, con hombres, con mujeres, abusos de personas tanto homosexuales como heterosexuales. Es un problema social fuerte.
-Usted es profesora universitaria. ¿Por qué se involucra en este caso, más allá de que llega a su casa, como relata en el libro?
Soy profesora universitaria y soy periodista. Lo que he tratado de hacer mientras estoy en la Universidad de Chile, dando clases, en los cargos que he desempeñado y ahora como directora del Instituto de la Comunicación e Imagen es no separar los pies de la realidad, que es lo que te da el periodismo, mantener ese contacto con las personas.
Sentí que era una responsabilidad ética hacer este trabajo. Primero porque le creí a James Hamilton desde el primer instante, a diferencia de los personeros de la Iglesia y de otras personas que dudaban. Le creí al ver en sus ojos, cómo hablaba de su dolor. En esa primera entrevista no era ni profesora universitaria, ni periodista: era una mujer impactada. En mi vida profesional no había escuchado un testimonio así, nunca en mi vida. Fue tan fuerte cuando me dijo que el abusador era Karadima. Este Karadima del cual yo había escuchado hablar como párroco de El Bosque y de lo significaba en la Iglesia Católica y en la sociedad, porque era un cura que se vanagloriaba de haber formado a 50 curas y de haber "creado" a cinco obispos. Yo sabía, por la investigación que hice sobre el Opus Dei, la importancia que tenía. Entonces, no podía dejar pasar esto y decidí comenzar a trabajar en esta dramática historia.
Creo, además, que la Universidad no puede estar al margen de estos temas. Creo que, desde el periodismo pero también desde otras miradas, interdisciplinarias, de antropólogos, psicólogos, médicos, abogados se debe abordar. Debemos ver cómo una universidad comprometida con la sociedad, como la Universidad de Chile, en distintas instancias de investigación como de reflexión pudiera asumir, conversar y hacer propuestas porque creo que son temas que están afectando a las chilenas y chilenos de hoy, a niñas y niños, a jóvenes y a personas que no sospechamos los serios problemas que tienen.
Por ejemplo, debiéramos atender a que la legislación que hay sobre abuso es bastante precaria, está reducida a algunos temas y no hay claridad sobre el abuso psicológico. En esos temas, la Universidad podría estar más encima, aportar más.
-¿Este caso ha servido para mostrar los grados de violencia que se viven en los espacios privados de nuestro país?
Es interesante ver cómo esto remece espacios que parecían guardados. Yo nunca me había sentido, ni siquiera en temas de derechos humanos en la dictadura, tan metida en la intimidad de las personas como con esta investigación. Esto crea problemas, por ejemplo, hasta adónde puedo llegar preguntando, para lo cual hay que estar muy preparada profesionalmente. Hay que guardar el respeto por las personas, a la vez que hay que profundizar en los temas, sin inhibirte, sin censurarte.
Prof. Carolina Muñoz Castillo, directora de Extensión y Comunicaciones