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Universidad de Chile

VI versión de la Escuela Chile Francia, Cátedra Michel Foucault

El desafío de convertir la protesta en expresión política sin partidos

El desafío de convertir la protesta en expresión política sin partidos

Un extenso y crítico análisis semiológico realizó el profesor del ICEI Rafael del Villar acerca de un movimiento estudiantil que puso la educación en el centro del debate político. Pero la evolución del conflicto da cuenta de un desafío orgánico que permita propiciar un cambio estructural: articular y armonizar con otras fuerzas que han emergido de manera dispersa en la sociedad chilena. El cómo y de qué manera aún es una incógnita para todos los movimientos surgidos en Chile y alrededor del mundo.

¿Cómo se comporta el movimiento estudiantil en las agitadas aguas de la política chilena? ¿Se comporta como un tsunami, una marea que se repliega sobre sí misma para volcarse al territorio con una fuerza avasalladora que arrasa con todo lo construido desde sus cimientos? ¿O es quizás, como expresión de protesta, una ola más de entre todas las que dan forma a un mar encabritado o "picado", como versa el argot de los pescadores artesanales? De lo que no hay dudas es que la política chilena navega sobre aguas procelosas, enturbiadas por las señales que da una clase política tradicional que se advierte con la brújula perdida, un orden institucional que no tiene salvavidas ante la eventualidad de un naufragio, y una ciudadanía que, a la deriva, pugna por mantenerse a flote en un mar de deudas y frustraciones.

Es, grosso modo, una reflexión que compartió el profesor del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile (ICEI), Rafael del Villar, en su ponencia titulada "Los Movimientos Sociales de la Juventud: Cuerpo e Identidad", análisis semiológico contenido en el foro "Los Nuevos Signos de la Ciudadanía y Democracia", en el que también participó el experto francés en Comunicación y Política, Jean Mouchon, y que contó con la moderación de la profesora del ICEI, María Cecilia Bravo.

"Lo que ocurre en Chile se ajusta más a los movimientos elípticos surgidos de los conflictos derivados de las pequeñas catástrofes del sistema. Ahí confluyen los conflictos de la educación, los conflictos ambientales, los económicos, los regionales, los políticos... No debemos mirar un sistema de manera unidireccional", declaró el profesor Del Villar, haciendo un llamado de atención a los estudiantes respecto de la multitud de variables que concurren en una crisis sistémica, y de la urgente necesidad de articular fuerzas a fin de conseguir cambios estructurales que tiendan a satisfacer la demanda por una educación de calidad, gratuita y laica.

"No hay que tener ese concepto tan hiperbólico, sino que es necesario hacer una ligazón entre todos los espacios de protesta que se han abierto", recomendó el profesor del ICEI, de tal forma que esta expresión de descontento no se convierta en una liturgia de tipo testimonial. "Que el movimiento no se convierta en una marcha religiosa", abogó el profesor Rafael del Villar, a la hora de echar un vistazo del movimiento estudiantil desde la semiología.

En su exposición, Rafael del Villar verificó la ausencia de los partidos políticos en la emergencia de los movimientos ciudadanos, en específico el estudiantil. Las marchas de hoy distan bastante de las realizadas en los años de la Guerra Fría, donde la presencia de los partidos políticos era no sólo significativa, sino que imprescindible.

"Las marchas de antes servían para expulsar y vaciar las tensiones personales agitando una bandera. Y la bandera no era simplemente una trozo de género con un color, sino que era símbolo de pertenencia a un partido que nos ayudaba a suplir nuestras carencias porque el partido estaba en la historia, y se suponía que tenía la posibilidad de cambiarla y lograr una nueva forma de vida. El partido era una alianza con otros por ganar un espacio, una entidad que trascendía nuestras propias vidas; tu deseo es el deseo de los otros. El sujeto se descentra, como decía Lacan, porque la historia es la que actúa por mí y yo actúo a través de la historia, y esa historia es mi partido político", agregó.

¿Podemos establecer un hito que marque el antes y el después en la forma de manifestarse en las calles? Del Villar cree que sí: "En el partido, ese otro simbólico, descargábamos nuestra agresividad y malestar. Y así era en las marchas de la UP, las marchas del Plebiscito del Sí y el NO, y también en las marchas de la burguesía. Todo eso se perdió en los ‘90".

La realidad de los movimientos actuales es muy distinta: "Está ausente el partido como vehículo de trascendencia. Se ve en las fotos; lienzos coloridos que nos remiten a colectivos como el colegio, el instituto o la universidad, vinculados entre sí a una demanda concreta. El cuerpo de cada uno marcha y grita y toda esa negatividad la descarga pero no en otro trascendente, acaso porque no hay otro que hable por mí. La bandera del partido ha sido sustituida por los carteles, las imágenes, los instrumentos musicales...Somos nosotros con una demanda. No hay nada que me trascienda más allá de eso", añadió

Sin embargo, este movimiento presenta características que le resultan llamativas a la hora del análisis. "Este movimiento está diciendo cosas potentes, está haciendo catarsis, pero se queda ‘plop', en stand by. No se canaliza. Se constituye en una expresión de arte, es una perfomance como la de los muchachos bailando ‘Thriller' de Michael Jackson. El cuerpo en sí mismo se ha convertido en la herramienta política para sensibilizar a la población sobre la necesidad de un cambio; cuerpos desnudos, pintados, consignas, juegos de palabras, bailes, coreografías... parece un carnaval".

"Sin embargo es más amplio, involucra a miles, se propaga rápido y va más allá" sostuvo del Villar, en referencia las nuevas tecnologías de la información, en específico a las plataformas como Twitter o Facebook que brinda internet y que facilitan la convocatoria a manifestaciones espontáneas y masivas, libres del ojo panóptico de los aparatos del poder.

"Alguno se podrá preguntar respecto de cómo algunos partidos apoyaron y se plegaron a las demandas del movimiento. Pero yo asistí a reuniones triestamentales y pude verificar el rechazo a los políticos tradicionales. El desafío es hacia dónde y cómo llevar esa energía. En el fondo: es un movimiento con la fuerza de un tsunami, pero adónde llevamos ese tsunami. De otra manera, el movimiento corre riesgo de convertirse en algo muy parecido a un concierto de rock, donde saltamos, cantamos, el vocalista del grupo se lanza a la multitud, otros rompen guitarras y queda sólo en eso, en una experiencia placentera de catarsis", concluyó.

Un diagnóstico que fue compartido por el investigador francés Jean Mouchon, quien recordó que movimientos como el de los estudiantes canadienses, los indignados de España y Occupy Wall Street debaten acerca de las fórmulas que permitan convertir la protesta en una efectiva expresión política ajena a los partidos.